jueves, 4 de diciembre de 2008

Todo sobre Juan Manuel

Juan Manuel Polar y Vargas es un recuerdo pasivo para la mayoría de arequipeños. A la pregunta ¿Quién fue Juan Manuel Polar?, la mayoría no supo contestar con propiedad. Algunos decían que era un ilustre arequipeño, otros un escritor, y otro tanto, un corredor de Karts.

Ninguno de ellos estaba equivocado, Juan Manuel Polar y Vargas es tal vez, una de las figuras más reconocidas en los círculos literarios, pero se queda en los círculos y no es conocido por el común.
Este reconocido arequipeño es considerado entre los más destacados del cuento modernista peruano, inscrito en las tendencias de la época pero con mucha sazón de volcán. Su figura se hermana con Juan Osorio, como uno de los primeros prosadores de relieve.

Nació el 22 de Febrero de 1862. Fueron sus padres Don Juan Manuel Polar y Doña María Manuela Vargas; amigo predilecto de los niños y abnegado protector de los menesterosos, Poeta Novelista, Dramaturgo y orador de gran alcurnia mental. Juan Manuel Polar falleció en el año de 1936.
Entre la herencia cultural que abonó al acerbo nacional están los cuentos “Don Quijote en Yanquilandia” en 1918 precedido por “El Rapto de Miz Miz” en 1904.

Es ancestro del actual campeón de fórmula 3, Juan Manuel Polar.

Una retrospectiva de la época de Polar y Vargas

El cuento peruano es tan variado y tan rico como “el perro de raza perdida”, según Ciro Alegría. Precisamente esa riqueza se permite gracias al impacto cultural que tuvo la influencia occidental, léase europea, en las formas de escribir por criollos y mestizos, y el trasfondo cultural de un país sin identidad definida, pero con el deseo imperante de grabar su época en papel.

Así, aparecen personalidades geniales y exacerbadas, reposadas e ingeniosas, liberales y ubérrimas revoluciones de tinta, en búsqueda del divorcio simbólico de las tendencias consagradas y que recordaban el mal sabor de la lucha por la independencia y su representación literaria como recuerdo de la opresión del dominio español.

Alberto Escobar, en el Prólogo de su libro "La Narraciòn en el Perù" y en la antologìa “Cuentos Peruanos Contemporáneos” (Ediciones Peruanas S.A. Lima, 1958), explica ese aporte, este leid-motiv, que siempre encontramos en las diversas obras de nuestros narradores modernistas:“El siglo XIX difundió un modelo, casi un método, de trasladar lo real de lo literario. Era una suerte de reproducción pictórica: paisaje, escenario, personaje y luego acción. A ellos correspondían las descripciones de la realidad, el retrato de los personajes, y la narración de la trama”.Es más, Alberto Escobar, caracteriza e identifica ésta “matriz” usada también en la narrativa peruana por otras tendencias literarias (aparte del “modelo descriptivo” de esta prosa modernista nuestra que analizamos). Se verifica este concepto de “matriz” además para otras escuelas: “En la literatura peruana esquema semejante vale para románticos, costumbristas, naturistas, modernistas; vale incluso para el primer movimiento indigenista”.No resulta fácil “separar el trigo de la paja”, por momentos o etapas. Hay escritores que predicen varias escuelas a la vez, lo que resulta de gran dificultad para encontrar una variable típica para cada tendencia literaria. Pero, es lo más concreto, que ha dicho Escobar, es tal vez la expresión más certera de lo que podría ser lo determinante en el cuento modernista: la disposición de su propia poética, el “anhelo de la perfección formal”.Un refinamiento de la sensibilidad a intentado siempre con énfasis el lenguaje modernista en su proceso literario, en todos sus caracteres, y en parte también, por el aporte individual de los modernistas peruanos, según Alberto Escobar: “El mundo de la obra no es construido sobre la base del escenario externo, sea paisaje, personaje o acción, lo es, más bien, de adentro hacia fuera, del espectro psíquico, individual y singularizador, a la realidad que lo circunda como ámbito propio”.Esta apreciación de Alberto Escobar, que es acertada por ser certera, eleva nuestra estimación por el cuento modernista, por supuesto, a falta de una visión analítica notoria sobre el asunto del contenido latente de aquel lenguaje narrativo de este discurso modernista: lleno de esteticismo, y de una cultura artística tomada de la pintura, la música y la escultura, llena de símbolos de elegancia plástica donde se exalta al cisne y al pavo real: como iconos, llena de voluntad de estilo, de innovaciones formales entre la prosa y el verso, y de un culto de nuevas sensaciones cercanas al impresionismo y a la sinestesia: invadida de un refinamiento de la imaginación, hasta llegar al exotismo.El “lenguaje modernista” está siempre ligado con nuestros hábitos del pensamiento, en cierto sentido “lenguaje” y “pensamiento” no son sino una misma cosa. Exotismo modernista, que vagabundea por lo geográfico: el helenismo, el orientalismo, y un refinado afrancesamiento. La búsqueda de una tendencia en lo literario por el simbolismo, por el parnaso y por el decadentismo; el preciosismo y el demonismo, que desembocará siempre en la consagración del escritor “raro”. Expansión psicológica hacia lo mórbido, una exaltación de la fantasía, una tendencia hacia la mitología (reconocida y localizada dentro del modernismo): clásica, nórdica, medieval, bíblica, y precolombina. Extiende su perspectiva, una predisposición por la narrativa fantástica: exaltación de la vida espiritual y el misterio de las cosas. Evasión hacia otros mundos, individualismo artístico, desazón personal, sublimación de la enfermedad: el mal del siglo, y dialéctica del contraste: vida-muerte, virtud-pecado, carne-alma, paganismo-religiosidad.La actitud del escritor modernista, en nuestro medio, ya lo vislumbró Max Henriquez Ureña en su “Breve Historia del Modernismo (México, Fondo de Cultura Económica, 1954): “Modernista era todo el que volvía la espalda a los viejos cánones y a la vulgaridad de la expresión”. No hace falta decir que el contenido mismo del lenguaje modernista está íntimamente ligado con la cultura “anormal” de la psicología humana donde se exalta siempre la libertad absoluta del artista y el escritor.Esta revisión es espontánea, acepto, y es un inventario, muy panorámico, sobre uno de los más destacados acontecimientos de la narrativa modernista peruana, y sobre la morfología lingüística de este arte libre, donde siempre llama la atención el aporte literario de estos “modernistas tardíos” de nuestra literatura peruana: con sus respectivas obras publicadas, sus incongruencias, sus propuestas, y sus aportes temáticos, expresados por el sentimiento individual de cada uno de ellos.El brillo literario de nuestros narradores modernistas peruanos no está en discusión, muy a pesar de que todavía a algunos de ellos torpemente se les han morigerado sus méritos, y algunos “críticos” torpes y bisoños: han ninguneado e ignorado los aportes particulares desarrollados por estos narradores modernistas en el proceso literario nuestro.

No obstante, es propio resaltar, como reza en los párrafos de introducción, que la narrativa, en especial la arequipeña por ser de quién hacemos referencia como uno de sus representantes a Juan Manuel Polar, estuvo ligada a la época y por lo tanto, divorciada de las corrientes que avizoraban en Lima, las nuevas tendencias y la frescura negada por la autoexclusión de no formar parte de, encasillándose gran parte de ésta producción, en literatura regionalista o provinciana.

Juan Manuel Polar sin embargo, tiene –a pesar de su situación como provinciano-, un carácter literario de mayor espectro, sin necesidad de ser cosmopolita, pero crítico, como la tendencia literaria que preconizaba, de la conducta capitalista que ya en esos tiempos, abrazaba el Perú por si situación de país pobre y dependiente, ya no de los conquistadores españoles y del poderío otrora hispano, si no, del un imperio que se mostraba tan inofensivo que provocó una guerra que enlutó el pacífico.