lunes, 7 de enero de 2008

Despertarse temprano en la mañana, dejar todo listo o a medio hacer porque el reloj no se detiene y bajar la mirada para revisar de nuevo que no se le olvida nada, no hay tiempo para despedirse, otra vez bajar la mirada para abordar el transporte y hoy salió el sol pero solo se enterará cuando llegue a la noche y en el noticiero comenten que el sol brilló dejando atrás tres meses de lúgubre gris. Salir a trabajar, almorzar y terminar de trabajar por ese día…llamar a la novia, tomar el colectivo, llegar a casa y esperar el miércoles que insinúa la cercanía del fin de semana. Planificar el lugar, la hora, el consumo, el hotel, ¿la felicidad tal vez…?. Revisar la billetera y calcular… cómo han subido los recuerdos, se han vuelto estratosféricos los chispazos de emoción extraídos de la cotidiana mecanización que han aprendido a disimular con ascensos, promesas premios, esta inagotable máquina que deshumaniza.

Mientras haces cuentas la TV. también contribuye creativamente a la deshumanización de las necesidades y exige toda tu atención durante los avisos subliminales que anuncian marca tras marca la infinita sensación de bienestar que produce consumir drogas legales con advertencias milimétricas de los daños irreversibles que provocan, mientras te propone la autorrealización y tu ubicación en el nicho social cuándo tienes una botella o un sofisticado y hediondo cigarrillo, segundos después aparece en la pantalla de plasma la modelo que también exige toda tu atención en el reclamos publicitario enmarcado en la brevedad de sus prendas que incitan tu privilegiado sentido visual enajenándolo convirtiéndote en un energúmeno consumidor…y a ella tampoco le va tan bien, sumergida en programas de rehabilitación, inundada de dietas de campos de concentración nazis y miles de libros de éxito asegurado y de reencuentro con el yo interno y demás filosofía viciada, ella asienta su afirmación feminista en el intrincado machismo que define nuestra sociedad, en la negación del reflejo espectral que le demuestra el espejo, relee a Simon de Boviur la compañera de Sartre evitando sentirse absurda mientras sus aspiraciones desaparecen de la mesa de vidrio… se introducen con su dignidad enervando su cerebro y caen tan pesadamente como su cabeza impactando la esterilla. El canal del estado publicita el producto de bandera mostrando el ficticio porcentaje de peruanos que han consumido su sentido común…apagas el televisor hasta mañana porque esta relación idílica con la tele es eterna.

Ducharse, cepillarse los dientes, revisarse los ojos para descubrir impactado las líneas que han empezado a aparecer sin ninguna invitación, y la tele que también sirve como compañera de los sueños de victoria, recurrentes cuando la ilusión no existe más.

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