lunes, 29 de octubre de 2007

utopista

Utopía
Despierto, aún no decido levantarme de la cama, -que huevada, distinto día, la misma mierda-, pienso mientras me guarezco de los rayos ultra jodidos del cancerígeno sol arequipeño. La universidad, las tareas en casa, los “buenos días” a los que tanto rehuyo y por último las cuentas que tengo rendir a los que me rodean.
Pareciera que intento ser un misántropo o algo parecido a un psicópata (aunque preferiría ser un piscópata), pero solo soy un utopista, acompaño a las peleas de gallos, a las corridas de toros, a los combates de full contact, almuerzo casi siempre una buena porción de carne (es que es riquísima, así me digan que estoy devorando un cadáver, que ya no soy depredador sino un carroñero, ese floro de los que viven defendiendo a las vaquitas y usan calzado de cuero ¿?) y bebo las noches con firmamento incluido.
Disfruto de los pequeños placeres que mi licenciosa vida me permite, y sueño con la campiña de mi ciudad cada vez más gris, sepultada bajo toneladas de concreto que acompañan el crecimiento de Arequipa, la que nunca estuvo diseñada para crecer, al menos no como yo la veo. Voy y vengo y la misma gente que conozco me acompañan en ese estúpido ritual de no conocernos para contarnos algo nuevo, no hay nada nuevo bajo mi cielo azul cenizo, al menos por hoy, nadie me ha dicho algo distinto a lo que estoy acostumbrado a escuchar o leer.
Y aunque no lo crea, sigo creyendo que vivo en el sueño profundo de los que creen en los seres humanos, tal vez me falta algo, no lo sé, algo así como un éxito (léase placebo) para sentirme más parte de esto de lo que ya soy, “fuera de la red”…!uy! no soy un pez gordo.
Quiero conocer, pero primero quiero conocerme, la misma búsqueda de Siddharta (con la disculpa de los causitas budistas) me obligo a creer en la existencia de la normalidad, porque no se puede ser normal cuando ya nada es real, cuando las cosas coexisten en un protocolo de proctólogo, que con el permiso del paciente, introduce esos nada cómodos dedos que auscultan alguna deformidad, tal vez algún deseo de superación, disconformidad, utopía del que ya no se quiere dejar meter el dedo, utopía del utopista, utopía es lo que me permite seguir caminando en este infierno, donde todos se arrastran en comparsa, complacidos y complacientes, utopía eres mi “motor y motivo” ¡utopía eres mi amor!

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